La mayoría de nosotros sabemos que las cosas no se logran por arte de magia, que es un trabajo continuo que conjuga esfuerzo, tiempo y, ¿por qué no?, pasión. Sin embargo, damos por sentado que a los demás les pasan las cosas buenas y logran hacer realidad sus sueños porque el universo es generoso con ellos.

En estos tiempos, la empatía con los demás es a ‘asigún’ nuestras preferencias. Somos más bondadosos en el reconocimiento con las personas de nuestros afectos, se nos hace difícil valorar el trabajo de los que “no son santos de nuestra devoción”… pero el reconocimiento no debe venir desde el afecto, aunque desde este es más maravilloso, debe estar presente por los resultados, por el trabajo bien hecho y las buenas intenciones que podemos palpar si dejamos de lado nuestras diferencias.

Ser generosos con nuestros juicios crea una energía diferente. Si no la tenemos, es tiempo de empezar a desarrollar nuestra capacidad de comprender y valorar a los demás, y es que la empatía nos permite ver las cosas desde la perspectiva del otro en vez de la nuestra. Y cuando esto sucede, se hace más fácil empujar el carro y lograr mejores resultados. Apoyándonos loas unos a lños otros.

Aunque no nos afecte directamente, pues muchas veces no nos lleguen a afectar las acciones y resultados de los demás, cuando abandonar nuestro individualismo nos hacemos más consciente de que somos un punto en el mapa de la sociedad, pero que al unirlo con los demás puntos logramos dar forma a la isla, un conjunto que funciona para lograr beneficios conjuntos para las mayorías.

En definitiva, ser generoso es tener en cuenta al otro y darle lo que para nosotros tiene valor y que consideramos que es bueno para él, siempre y cuando esto no atente contra tu integridad y bienestar y el otro lo acepte y valore.

Si multiplicamos “nuestro buen corazón”, siendo amables de manera indiscriminada, teniendo más compasión y siendo más agradecidos, nuestro entorno puede mejorar en un 100% con la sola acción de movernos sobre el barco de la empatía… no somos perfectos, pero desde nuestra imperfección, podemos -paso a paso- construir una mejor sociedad.

Si seguimos dejando, paso a paso, que gane la indiferencia y accionamos desde el egoísmo, no nos quejemos luego de lo que estamos construyendo.

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