Como cada año, la cita obligada es hablar del Oscar, cada vez más heterogéneo, largo y aburrido, pero, es lo que han traído los polvos de la modernidad. La gran ganadora de la noche ha sido la película Everything Everywhere All at Once o Todo en todas partes al mismo tiempo dirigida por los denominados Los Daniels, Daniel Kwan y Daniel Scheinert y protagonizada por Michelle Yeoh, Jamie Lee Curtis, Ke Huy Quan, Stephanie Hsu, Jenny Slate, Harry Shum Jr., y James Hong.

Y por gran ganadora me refiero a que arrasó en casi todas las categorías. Como se estila en
los casos en los que se elige la película que no era tu favorita, debería dedicar aquí, par de
líneas al porque entiendo que Tár era una mejor elección, de la inmensidad de la
interpretación de Cate Blanchett como Lydia Tár, un personaje de ficción que se volvió
realidad y el maravilloso guion escrito por Todd Field. Cerrando la exposición con un
audiovisual, inmolándome en la Plaza de la Bandera. Fiel a mi tendencia de los finales
dramáticos.

La academia, ya nos tiene acostumbrados a las sorpresas, que, en los últimos, pudiera decir, 10 años, han sido más que decepcionantes. Las redes sociales y un lobby de cuota minoritaria son los que ponen de relieve las películas que entienden deben considerarse.

Eso solo referente a las películas, porque del espectáculo, que ha sido debidamente desinfectado y desparasitado, y sus reiterados olvidos en el In memoriam, hace mucho que ya no emociona. Una mano de bingo brinda una mejor experiencia.

Poco importa de qué trate la gran ganadora, es una exitosa película que se metió en la colá, cuya protagonista se sale del rigor que ha sido cancelado: blanca y que haya ganado
previamente. Ahora que se ha asentado la polvareda del pasado domingo, entiendo que tiene mucho sentido esta elección, dado que de la multiplicidad de temas que aborda, el que predomina es la crítica a la sociedad distraída en multipantallas, sumergida en la frivolidad de estos tiempos, que la mente no les da para más nada que dar like y quejarse. Que, ante su gran contrincante, Tár, que expone al genio y su locura, el uso del poder y el cancelling, me inscribo en la teoría de que Lydia Tár no merecía otro final que este, el olvido.

Nos veremos el próximo año en lo mismo, porque el show, debe continuar.

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