Conversaba con una amiga, quien me contaba que todos los que la veían le comentaban que solo estaba de viaje, cuando en realidad ella estaba trabajando duro para alcanzar una meta. Sin embargo, en sus plataformas sociales, el contenido mostraba una vida de viajes y disfrute.

¿Qué pasa con los momentos que no compartimos en las redes sociales? Estamos en una era donde cada comida, viaje o encuentro no existe si no está documentado en las redes sociales. Es un canal donde presumimos ciertos placeres, logros, eventos y satisfacciones, pero pocas veces compartimos las lágrimas, preocupaciones y desafíos.

Conozco, de hecho, personas que, por salud mental, han tenido que retirarse de manera parcial, temporal o permanente de las redes sociales. Especialmente aquellos que son emprendedores y, quieran o no, se comienzan a comparar con el éxito que proyecta su competencia, éxito que no necesariamente es real y que responde a una estrategia de ventas para alcanzar eso que presumen.

Algunos, debido a sus funciones laborales más públicas, deciden exponerse; otros prefieren mantener un perfil bajo. Lo que sí es claro es que, al publicar, abrimos la posibilidad a que opinen sobre nuestras decisiones, estilos de vida, momentos íntimos y personales que compartimos en línea.

En las redes sociales, estamos viviendo en una competencia constante por mostrar la vida perfecta: quién cumple mayores retos, quién sigue hábitos saludables como ejercicios y alimentación, o quién tiene acceso a mayores posibilidades. Nuestros jóvenes, y me refiero a algunos por las vivencias que tengo de ellos en las pasantías, quieren todo fácil y su meta es ser influencers, youtubers, etc.

Toda esta presión está generando un impacto negativo en la ansiedad. Esto se debe a la presión de querer hacer cosas que no pueden o que se ven tentados a hacer para alcanzar algoritmos. Hay muchos casos a nivel mundial de influencers que, por hacer una toma para sus plataformas, han perdido la vida, por citar una referencia.

A pesar de esta realidad, la invitación es a ser auténticos, a mostrar una versión genuina de uno mismo, no lo que los demás quieren ver. La autenticidad atrae público solo que se debe ser paciente, no buscar resultados inmediatos; más bien conexiones genuinas y que perduren.

La invitación es a compartir vivencias reales, ser coherente con tus valores, evitar sonar como otra persona o usar un lenguaje que no es propio de ti, tratar de no tener respuestas automáticas o genéricas, cuidar tu bienestar, evitar la perfección, mostrar tus procesos y ser transparente.

Los expertos en salud mental brindan sugerencias para mantener el equilibrio, desconectarse y cuidar la salud mental mientras se utilizan las redes sociales. Estas incluyen definir horarios específicos en vez de chequearlas constantemente a lo largo del día, apagar las notificaciones, dedicar tiempo a actividades fuera de línea, evitar cuentas que generen sentimientos negativos, fomentar las interacciones personales en vez de las virtuales, utilizar aplicaciones que rastrean el tiempo de uso en redes sociales y ser autocompasivos, entendiendo que no siempre se refleja la realidad en las publicaciones de los demás.

Al cierre, deseo reafirmar que lo que no ves en las redes de las personas también forma parte de su historia y las define.

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