La comunicación es acción, y la acción es comunicación».
Joan Costa
Estamos viviendo tiempos excepcionales y en el segundo trimestre de este 2020 todo se enrareció a nivel global, nacional, local y personal. La pandemia de la COVID-19 ha representado desafíos de Salud Pública en países del primer al tercer mundo, aumentado por la realidad social socavada por la brecha de la desigualdad social que nunca había sido tan crudamente expuesta.
La forma en que nos comunicamos es, además, una muestra de quienes somos, lo que pensamos, a quien apoyamos, lo que rechazamos y en un entramado de post y conversaciones que no se pierden nunca, vamos visualizando una nueva forma de ser y estar en el viejo mundo.
En este tiempo es donde la comunicación se hace más relevante que siempre.
El bombardeo de información y el acceso 24/7 a noticias nos vuelven entes enfocados siempre con hambre y a la expectativa de la última noticia y el último dato.
El COVID nos puso a prueba y en medio de la gran incertidumbre mundial, los que mejor han comunicado, son los que mejor han podido paliar la crisis económica y social que estamos experimentado en mayor o menor condición.
Año multielectoral
En el medio de todo, el gran reto como nación se nos presentó con un año multielectoral que desde el inicio estuvo minado por la falta de credibilidad que, como un cáncer, corroe todo el entramado institución dominicana.
Pasamos de unas elecciones municipales suspendidas a exigir nuestro derecho y deber de elegir a nuestros representantes a las alcaldías en un movimiento ciudadano y apartidista, maravillosamente orgánico, pero fuertemente sustentado en la articulación de actores que comunicaron y conectaron de tú a tú con el sentir individual, movilizando a la juventud, un segmento que en la historia reciente había sido un pasivo electoral al no involucrarse en la política.
Y fueron los jóvenes y no tan jóvenes los que tomaron pacíficamente la Plaza de Bandera en un febrero patriótico para la historia reciente dominicana, impulsados por el deseo de formar parte activa del proceso, empoderarse y dejar detrás la apatía natural que se siente ante la falta de propuesta coherentes con las exigencias de transparencia.
Los influenciadores naturales fueron los que lograron convertir cada «like» en una persona que fue con bandera en mano a dar la cara y voz para que la democracia se mantuviera por encima de todo pronóstico y opresión, en una velada pacifica que marcó el antes y después de nuestro primer semestre.
La comunicación, a través de las redes sociales, definitivamente democratizó el mensaje y como un acelerador fue motivando a todos a sumarse, a defender una causa por la patria que nos tocó la fibra y en marzo conseguimos celebrar unas elecciones que pasaron la prueba y sentimos como desde un post hasta ir a marcar la boleta se convirtió en un acto consciente de ser parte de un fin altruista por nuestro país.
Llegada del COVID
Y entonces nos llegó el COVID y con este todo se reinició en un nivel antes visto y en pocas semanas, sino días, vimos como la económica mundial se resquebrajaba, con la lección de que la gente es el inicio, centro y fin de todo desarrollo.
Inicié esta entrega especial para mi comunidad de ENCUENTROS INTERACTIVOS con una cita de Joan Costa, quien afirma además que en la actualidad se integran los objetivos de la organización y los planes de comunicación de cada departamento con la comunicación íntegra de la compañía.
A esa ecuación solo agregaría que ya las empresas, organizaciones ni instituciones pueden estar ajenas al rol protagónico de cada persona que, es un potencial aliado o detractor, según sea el accionar de la misma y como los especialistas en comunicación somos los llamados a ser estrategias aliados para librar la batalla diaria de asumir el rol integrador entre la persona y el bien hacer de las entidades públicas y privadas.
Estamos a la puerta del proceso electoral cumbre para elegir a las principales autoridades para el próximo cuatrienio, y ante una campaña tan variopinta como los candidatos a la presidencia y sus propuestas, observamos como su nivel de comunicación no ha sido ni novedoso ni contundente.
Independiente al irrespeto a las restricciones físicas necesarias para cuidarnos unos a otros, los estilos y las formas se sienten anquilosadas en el pasado siglo. Seguimos apostando a la propaganda sobre la conversación, a los insultos en vez del discurso, a las acusaciones en vez de presentar propuestas.
Debe ser un caso de estudio que, en estos tiempos y ante la petición reiterativa y expresa del pueblo de querer escuchar a los principales candidatos debatir sobres sus propuestas, estos encuentran las mil y una excusas y se deleitan en sus justificaciones para no asistir a uno u otro escenario dispuesto para esto.
Es como si la estirpe política en general se resistiera a la realidad de que más que cambio, el mundo evolucionó quánticamente y no tuvieron el interés, porque recursos de sobra tienen, para hacer el suich que las nuevas masas exigen y merecen a nivel on line y off line.
Las campañas electorales deben ser estratégicamente pensadas para dejar espacio para adaptarse a los imprevistos y no intentar imponerse sin tomar en cuenta que comunicar eficientemente en el presente continuo en lo único ganancioso a la corta y larga.
Mas allá de toda teoría, hay una premisa que se mantienes y es que la comunicación es acción y toda acción comunica.